2010 Dolores Hidalgo, Guanajuato
La misma tierra del viñedo es el componente constructivo básico de la torre. Ésta, que nace como reemplazo del antiguo mirador, crece a partir de un sistema de tepetate colado recuperado de la excavación. El proyecto reivindica el uso de materiales locales y acabados naturales para lograr una mejor síntesis con su contexto a través de su apariencia, lenguaje constructivo y razones de sostenibilidad.
La textura del material y las líneas —huellas del despiece de la cimbra— se convierten casi en la única forma de expresión en este volumen elemental que comunica la forma de proceder del sistema constructivo.
En una planta casi cuadrada de 25 m2, un solo gesto altera esa geometría pura; un ligero ángulo en uno de los lados muestra las posibilidades que permite la ruptura de la norma, entendiendo así la variación como matiz que da significado. Son los detalles los que convierten a este proyecto de básicos en un sistema preciso y ajustado, cuya función última es ponerse a disposición de la tierra que contempla. El desnivel en el perímetro ubica al usuario unos 60 centímetros por debajo del nivel del suelo, por lo que es posible mirar la vid desde un punto de vista poco habitual: establece otra relación visual, le sitúa dentro, en el espacio de resguardo. El recorrido comienza atravesando la explanada que rodea la torre; desde ahí, el visitante decide si bajar ese escalón o subir a la cubierta para contemplar el conjunto desde lo alto. Tres puntos de vista distintos que permiten un entendimiento global del conjunto.
Arquitectura: Ignacio Urquiza, Bernardo QuinzañosColaboradores: Aida Hurtado, Camilo MorenoConstructor: Felipe Argüelles, Fotografía:Nacho Urquiza